Quería compartir con vosotros este artículo sobre la confianza, la importancia de este factor para conseguir nuestras metas.
La confianza es la consecuencia de cierta certeza sobre el futuro; es la profunda convicción de una imagen positiva, futura e inevitable. La capacidad de generar imágenes y sostenerlas a largo plazo hace que pasen a ser natural, percibidas como sencilla y fáciles de concretar.
Con la confianza se puede construir una visión por la cual la imagen deja de ser un sueño para ser una realidad futura, evidente e inevitable.
El deportista debe identificar sus múltiples emociones y pensamientos antes, durante y después de la competencia, y reemplazar por confianza a todos los aspectos que se vinculan con el miedo y la desesperación por el resultado.
La construcción de la confianza se realiza a partir del reforzamiento positivo que ayuda a eliminar las caídas anímicas y a centrarse en las oportunidades futuras. El reforzamiento positivo es lo opuesto a las críticas, que es el reforzamiento negativo. Por esta razón cuando se corrige un aspecto técnico hay que cuidar de hacerlo de tal manera que no sea percibido como una crítica. Muy pocos saben manejar este arte.
Todos los integrantes del equipo de alto rendimiento: entrenadores, preparadores físicos y los mismos jugadores, no deben perder la oportunidad de analizar todo lo referido a la confianza y tratar de acrecentarla a partir del reconocimiento de los aciertos, en lugar de la crítica por los errores. La mente registra los mensajes y a partir de ellos construye los paradigmas de fondo.
La queja, el lamento y el auto reproche forman parte del reforzamiento negativo, y destruyen la confianza. Estas expresiones son la antítesis de lo que se debe hacer para lograr un estado de perspectiva futura que necesita el jugador.
El enojo es la contracara del susto y la desesperación. Es una versión activa y negadora de una realidad que se sufre por dentro. Cada vez que el técnico, entrenador o jugador se enoja, se produce una microinfarto de la confianza, aunque se lo disfrace de determinación.
Una de las notas del alto rendimiento, es la capacidad de olvidar.Dejar atrás el pasado y centrarse en lo que va a venir. Frente a un tanto en contra, un error o una derrota, la mente de alto rendimiento automáticamente borra el registro de fracaso y se dispone a aprovechar la nueva oportunidad. Esto es clave para estabilizar la confianza y permite perseverar sin límite hasta alcanzar la visión trazada.
A mayor cantidad de futuro albergado en la mente, menor es la proporción de pasado. Si la mente logra asentarse en el futuro no se frustrará frente a cualquier contingencia presente porque sabe que constantemente el juego le dará una nueva oportunidad. El futuro continuamente está presentando oportunidades que las mentes preparadas para el alto rendimiento saben captar y capitalizar. Como tienen una visión que va más allá del resultado presente, saben identificarlas y aprovecharlas.
Para trabajar en la performance mental lo importante es poder distinguir cuáles son las causas que originan los comportamientos y cuáles sus consecuencias.
En la dimensión mental del deporte, el entrenador novato cree que le debe exigir al jugador: compromiso, ganas, esfuerzo, valentía, constancia y dedicación porque considera que estos aspectos son las causas del alto rendimiento. Sin embargo, esto es una pérdida de tiempo que sólo llenará de frustración al jugador, porque todos estos atributos no son causas sino consecuencias. Es estéril resolver las situaciones enfocándose en las consecuencias por no saber cuáles son las causas reales.
La causa central es la visión y la confianza que se encuentra en ella. Si el entrenador no ayuda a desarrollar esa visión o si el jugador no la alcanza, de nada servirá exigir compromiso, esfuerzo, ganas o cualquier otra cosa. En cambio, si el jugador logra tener una visión, lo difícil va a ser que deje de entrenar, de perseverar y de intentarlo mil veces hasta conseguir que su visión se concrete.
Esto se observa en la diferencia entre las ganas y el esfuerzo. Si el jugador logra crear una visión clara, automáticamente surgirá la confianza y con ella las ganas de jugar y entrenar porque cree en la concreción de su visión. En cambio, si falta la visión, los entrenadores no dejarán de pedirle que se esfuerce y comprometa. Algo contraproducente y nada efectivo, que sólo le confirma al jugador que en él no existe la confianza necesaria.
Se debe trabajar para construir la visión en el jugador para que puedan salir del lugar del enojo, la queja, que es el lugar de la impotencia. Es la visión y la confianza lo que mueve al deportista de alto rendimiento.
La expresión dale con la que comúnmente se pretende alentar a una jugador o a un equipo es contraproducente respecto a la generación de confianza porque supone que el jugador necesita un empujón, la confianza da por hecho que el jugador va a rendir al máximo.
Es común confundir el paradigma del apasionado, temperamental, sanguíneo, y fuera de control con algo valioso, cuando en realidad es fruto de la desesperación.
Violencia e Impotencia
El concepto de hombría, valentía y tenacidad, que se refleja en las reacciones violentas de los jugadores, trae problemas que el psicólogo deportivo puede solucionar. Perder el control, enojarse o “sacarse” es una manifestación de impotencia profunda. El jugador que se jacta de estas actitudes tiene un largo camino por recorrer para llegar al alto rendimiento que surge del estado de confianza.
Muchos entrenadores o compañeros valoran las actitudes del tipo: “Me enojé, me sacaron, no me pude dominar”. Es decir que, de alguna manera, festejan el triunfo de los arranques, en detrimento de su capacidad para controlarse y de la estabilidad mental en el juego.
Se puede jugar discutiéndole al árbitro, peleándose con los propios compañeros, pegándose con los adversarios, enojándose con errores propios y ajenos, pero para alcanzar la excelencia se deben cambiar todos estos comportamientos que hablan de la falta de confianza y atentan contra la performance del rendimiento deportivo.
Nunca se debe fomentar la violencia como una estrategia de juego, pues el nivel de enojo impide concentrarse y, todo el tiempo que se está enojado, se está desconcentrado.